Por su evidente interés, reproducimos el artículo de Xavi Calvo (Menta) publicado ayer en el diario digital Valencia Plaza.
Valencia y el cartel, el desprestigio del diseño.
Xavi Calvo.
Publicado ayer, 23 de junio en Valencia Plaza (Todos los derechos reservados).
El cartelismo valenciano vive malos tiempos, pero no por falta de profesionales sino por ausencia de criterio del Ayuntamiento de Valencia.
«Un cartel es un grito». La primera vez que escuché esta frase fue en boca de Paco Bascuñán, refiriéndose al cartelismo durante la Guerra Civil y haciendo alusión a lo directo que tenía que ser un cartel en una pared, a cómo alguien que pasase por delante debía captar y entender el mensaje.
Partiendo de esa premisa, de la función como medio de comunicación, no es sencillo hacer un buen cartel. No hablamos de un cuadro, de la obra de un pintor cuyo propósito es expresar su visión personal, hablamos de una ventana en la que hay un emisor (el ayuntamiento en este caso), un mensaje (la promoción de una feria municipal por ejemplo) y un receptor (el ciudadano de la ciudad que debe ser informado de tal festejo). ¿Las armas para conseguirlo? Desde el concepto inicial a la elección tipográfica, las escalas y jerarquías, uso de color o el apoyo de una ilustración. En definitiva, un profesional que sepa lo que se hace.
Y sin ese profesional, el acto de comunicar deja de ser eficaz.
Valencia fue cuna de los mejores cartelistas a nivel internacional durante el período en el que fue capital de la Segunda República Española. Los años 30 convirtieron a Valencia en una ciudad que acogía a artistas inquietos por las artes gráficas, e incluso los concursos para los carteles de fallas o de ferias taurinas servían de ocasión para reunir a grandes profesionales.
De hecho no es casualidad sino fruto de ese caldo de cultivo que precisamente diseñadores valencianos como Josep Renau, Pérez Contel, Vicente Vila Gimeno, Manuel Monleón o Arturo Ballester fueran quienes utilizaron de forma magistral el cartel como arma propagandística durante la Guerra Civil.
Y aquí es donde llega la gran dicotomía entre pasado y presente. ¿Qué ha pasado con el cartel que intenta representar a la ciudad de Valencia 70 años después? ¿Por qué los carteles municipales de ahora no comunican, o por qué lo hacen tan mal? ¿Por qué no cumplen con ninguna función estética ni funcional?
Haber dejado de contar con diseñadores e ilustradores profesionales ha ido abriendo la veda progresivamente al intrusismo y ha devaluado el cartel valenciano desprendiéndolo de todo valor histórico y cultural. El mal encargo o la falta del mismo, jurados sin ningún conocimiento de la materia y ningún asesor cualificado en temas gráficos ni visuales hacen que hayamos perdido por completo una seña de identidad valenciana tan importante como el cartelismo y con ello alejado a la ciudadanía de parte del arraigo cultural de los festejos locales.
Renau afirmaba que él trabajaba sobre una idea abstracta que luego iba tomando cuerpo en el cartel. En los carteles oficiales del ayuntamiento actualmente esa idea no existe, no hay concepto o éste es tratado de forma infantil, obvia, literal y llena de tópicos. Tratar al ciudadano público del cartel anunciador así, empobrece el acto de la comunicación.
Es por culpa de esta desprofesionalización por la que tenemos por cartelería municipal un conjunto de obra sin ningún denominador común, mal enfocada, con casos como un discurso infantil para dirigirse a un público adulto o con un lenguaje que resulta hiriente a la vista, bombardeo ilegible de información, estéticas desafortunadas y, en definitiva, una colección de pósters que lapida el concepto de cartel.
A priori podría pensar que nadie en el consistorio entiende el mal que hace para la imagen de Valencia tener así de descuidada su comunicación gráfica. Pero lo peor del tema es que sí que han recibido estas críticas y la respuesta es seguir prescindiendo de ayuda profesional cualificada año tras año. Somos muchos los diseñadores que llevamos tiempo alzando la voz con este tema que tanto daño hace a nuestro colectivo, así como la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana en el transcurso de su más de un cuarto de siglo en activo.
Cuando el Concejal de Fiestas o la Concejala Delegada de Acción Cultural de turno presentan uno de estos carteles como «genuinamente valencianos en cuanto a estética», juro que como diseñador gráfico me estremezco. La estética genuinamente valenciana y nuestra cultura visual están muy por encima de las chapuzas que llevamos (demasiados) años viendo en las calles de Valencia.
Quiero que el Ayuntamiento de Valencia recupere la profesionalidad en sus carteles. Con esto no sólo arreglarían parte de sus problemas de comunicación sino que la tarea didáctica que harían para beneficio del tejido empresarial de esta ciudad sería monumental.
No es casualidad que las empresas de municipios que cuidan su imagen gráfica dispongan de mejores elementos de comunicación visual, y es porque el empresario necesita de un ejemplo, que aquí aún no ha encontrado en su propia ciudad.
La sociedad valenciana necesita que sean las instituciones públicas las primeras que contraten servicios profesionales de diseño para las labores de comunicación gráfica que salen de sus despachos. Igual que unos padres terminan entendiendo lo que es realmente el diseño cuando su hijo lleva ya cinco años ejerciéndolo, el empresario valenciano no entenderá que eso tiene un valor a menos que su gobierno se lo enseñe con ejemplos.
El patrimonio cultural valenciano sufre una importante crisis, pero aunque sea por una vez no tiene nada que ver con lo económico. No se trata de gastar más sino de hallar la fórmula para hacerlo bien. El problema, que no parece haber nadie interesado en pensar en esa fórmula.
Valencia, con lo que tú has sido.
Enlace a la noticia original publicada en Valencia Plaza.
Xavi Calvo. Valencia, 1980.
Fundador y diseñador del estudio de diseño y comunicación Menta.
Ex-vicepresidente de la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana
El diseñador está recopilando una colección de «Joyitas del neocartelismo valenciano» como ejemplo de cómo no se debe comunicar