La fotógrafa de arquitectura recuerda a la recientemente desaparecida Zaha Hadid.
Mayte Piera: «En recuerdo de Zaha Hadid»
Cierto es que hay maneras de entrar y maneras de estar en cualquier ámbito o esfera de la vida, tanto personal como profesional. Maneras igualmente válidas o legítimas. Se puede llegar de manera sutil, donde la levedad marca la pauta y permite ir introduciéndose casi sin ser visto, sin subterfugios pero de manera sigilosa, o por el contrario, se puede llegar haciendo ruido, no en un afán de hacerse notar, pero sí con intención de ser escuchada y de reivindicar un lugar entre los tuyos.
Y cierto es también que hay cosas y actitudes que solo se pueden entender y, en el peor de los casos, justificar, cuando las vivencias se producen desde la misma posición de inferioridad adjudicada.
Lo explicó perfectamente la también arquitecta chilena y además activista social Margarita Pisano en su libro “El triunfo de la masculinidad”, cuando en ocasiones, se confunde agresividad con defensa y se malinterpreta lo que es en realidad un acto de rebeldía ante la hostilidad de un entorno en el que la visión masculina se ha convertido en la macrocultura que domina el mundo.
El pasado 31 de marzo falleció la arquitecta Zaha Hadid. Mujer, musulmana, árabe, ambiciosa, temperamental, polémica, luchadora, rompedora, arriesgada, intransigente y desafiante que, además del potente y vasto legado arquitectónico, nos ha dejado el ejemplo de una enérgica lucha por hacerse un nombre entre las primeras y más destacadas figuras de la arquitectura mundial. Y lo consiguió, pese a los obstáculos que, en su condición de mujer con una innumerable relación de epítetos poco amables a cuestas, trataron de desprestigiarla.
Pero más allá de calificativos, Zaha rompió moldes a través de su obra y de su vida.
El reconocimiento le llegó tardío, con 44 años y tras mucho tiempo de tratar de hacerse un hueco en su profesión desde su estudio de Londres. Con un estilo arquitectónico inconfundible, los edificios de Zaha son obras de una gran carga beligerante, que rompen los límites de la moderación, porque su fuerza arrolladora, esa que con la que se reivindica un lugar entre los grandes, está presente en su obra, y en la lucha todo es desmedido, no hay lugar para la templanza.
Y así, en su particular combate y con un estilo muy personal, logró ser la primera mujer en recibir el Premio Pritzker, máximo galardón concedido en arquitectura. Y también consiguió la medalla de oro del RIBA y el premio Mies van der Rohe. Pero para mí y para muchas mujeres que no asumimos el papel que nos impone esta posición adjudicada, Zaha Hadid consiguió mucho más que premios, reconocimientos y huecos entre los compañeros de profesión.
Zaha sobrepasó fronteras. Fronteras físicas que quedaron superadas con la construcción de edificios de formas imposibles y, lo más importante, fronteras simbólicas, esas que llevan años deslegitimando cualquier posibilidad de autonomía femenina.