Manu Garrido: «El cartel para la Filmoteca d’Estiu transmite una sensación festiva y acogedora»

Charlamos con Manu Garrido, autor del cartel para la Filmoteca d’Estiu 2023.

¿Cómo surge la oportunidad de trabajar con el IVC en la Filmoteca d’Estiu?

Manu Garrido: Desde el departamento de programación de la Filmoteca conocían mi trabajo, tanto por mis proyectos personales como por otros encargos anteriores del IVC. Según me dijeron, mi estilo les encajaba en ese empeño, iniciado hace unos años, de alejarse de una estética predominante en pos de una mirada personal, diferente, lo que supuso para mí un gran halago, pero también una gran responsabilidad al tomar el relevo de autores de la talla de Ibán Ramón o Malota.

¿Cuáles son las directrices que recibes? ¿Existe algún briefing? Por el contrario, ¿gozas de libertad absoluta?

Manu Garrido: La libertad es absoluta. Tan solo hacen algunas referencias a detalles y técnicas presentes en otros trabajos míos de modo que, a la chita callando, me dan pistas acerca de cuáles de mis registros resultarían más adecuados y satisfactorios para el cliente.

Más tarde, el proceso de revisión de los bocetos se convirtió en un fructífero intercambio, profundamente respetuoso, pero también exigente, con mucho cariño y gusto por el detalle. Por otro lado, con mayor o menor intensidad, soy un asiduo de la Filmoteca d’estiu desde hace años por lo que conocía bien el evento y me era fácil transportarme allí mentalmente, recordar el ambiente que se genera entre el público, como un ritual en donde se celebran las pasiones a la manera mediterránea, es decir, al aire libre y en comunidad.


Recientemente la Filmoteca goza de una nueva identidad gráfica. ¿Estás al tanto de esto? ¿Tiene algo que ver con tu propuesta o te mantienes al margen de esta identidad?

Manu Garrido: Estoy al tanto y me siento muy en sintonía con este trabajo del estudio Democràcia; de hecho, ambas propuestas evocan de alguna manera la producción gráfica de los años 1960, 1970, incluso 1980 con el uso de semitonos, imágenes sobrexpuestas y con ruido, que remite también a las publicaciones contraculturales de la época, con sus sorpresas, sus errores y la intervención cómplice del azar.

En los carteles de años anteriores han intervenido diseñadores como Ibán Ramón. ¿Revisas los proyectos anteriores?

Manu Garrido: ¡Claro! Reviso los carteles y todas las aplicaciones, y también miro a mi alrededor para tratar de no resultar repetitivo con otros festivales parecidos. En esa investigación di, por ejemplo, con la estupenda colección de carteles del Festival Internacional de Cine de Huesca, que son una maravilla.

Algo que sucedió fue que, cuando estaba a punto de presentar el boceto definitivo, se presentó públicamente la imagen gráfica de Cinema Jove y encontré similitudes con algunos elementos de mi propuesta; por suerte me había adelantado al calendario y contaba aún con un poco de margen para replantear esos detalles.

¿Cómo planteas tu trabajo? ¿Cuáles son las premisas sobre las que te basas para desarrollar el actual cartel?

Manu Garrido: En primer lugar, pensé que quería hacer un cartel festivo, cálido, que transmitiera una sensación acogedora. Entonces quise hacer un guiño al cartel de Amarcord, de Fellini, en donde muchos personajes conformaran una gran masa de público que sería el protagonista. Por otro lado, enseguida y de una forma natural me di cuenta de que iba incluyendo diferentes oficios del cine: una taquillera, un camarógrafo, una técnica de iluminación, un distribuidor… que no tenía sentido que estuvieran entre el público con sus herramientas de trabajo, por lo que estaba claro que debía trabajar en dos planos.

Así, decidí crear una escena central compacta, la que ocupa el público, rodeada por otras escenas periféricas que contextualizaran el motivo que había reunido a ese público, a modo de rompecabezas, con las icónicas palmeras del cauce de ese tramo del Turia y las figuras recortadas que homenajean a los diferentes oficios del cine.


¿Qué pretendes transmitir con tu cartel? ¿Qué puede ver el espectador en él?

Manu Garrido: Por un lado, la figura central que conforma el público quiere reivindicar esa diversidad de personas que, solas o en compañía, acude a la Filmoteca d’estiu como participantes de un ritual colectivo; algo así como una liturgia disfrutona en donde se come, se bebe, se besa, se lee mientras se espera… Por otro, los diferentes oficios del cine, desde los más técnicos y creativos hasta los encargados de su programación y difusión, aparecen resumidos en las cuatro figuras mencionadas y ponen de relieve la importancia de las personas y los saberes que hay detrás de una obra de arte coral en el largo camino desde la idea inicial hasta llegar al espectador. 

Combinas ilustración con tipografía. ¿Qué peso concedes a cada aspecto?

Manu Garrido: La preeminencia de la ilustración es un poco mayor en el conjunto, pero creo que el peso de ambas está bastante equilibrado. La ilustración, para mí, debía ser la protagonista, pero no quería descuidar el texto o dejarlo caer sin más. Por eso decidí tomarme el tiempo de componer la información escrita de forma manual lo que, en mi opinión, aporta también calidez y se presta mucho al juego, especialmente en el rótulo de «Filmoteca d’estiu 2023», que actúa casi como una valla publicitaria coronando toda la composición como recortada en la noche.


La tipografía es artesanal. ¿Qué nos puedes contar de ella?

Efectivamente, es completamente artesanal y plagada de errores buscados y accidentes, como por ejemplo la convivencia de trazos más gruesos o más finos en la misma letra, caracteres no alineados entre sí, espacios sin rellenar completamente como mal coloreados o el uso combinado de mayúsculas y minúsculas sin el menor sentido; decisiones, todas ellas, encaminadas a huir de la rigidez y plantear un espacio de juego que transporte a un estado de infancia, en donde todo tiene una parte tierna, casi ingenua, complementada por su reverso, ligeramente inquietante. 

¿Qué importancia das al uso del color en este cartel? ¿Cuál es la paleta empleada?

La paleta empleada es muy reducida y se limita a cuatro colores: naranja, rosa, marrón y blanco roto. Para mí el color debe tener una intención; transmitir un ambiente, una sensación, en este caso la calidez de un anochecer de agosto en València. Su importancia es capital a la hora de generar esa sensación. Un símil podría ser el abismo existente entre el ambiente de una taberna de luz tenue y amarilla y el de una clínica dental.