“La luz de Valencia” podrá ser visitada hasta el 5 de enero de 2019.
Javier Mariscal vuelve a la galería valenciana Pepita Lumier por segunda vez con una nueva exposición, “La luz de Valencia”, el cariz que más destaca de nuestra ciudad y aquello a lo que ha decidido dedicarle esta muestra. A la luz antes mencionada se le une el paisaje, al que también rinde homenaje mostrando su belleza pero también la brutalidad, como la huerta acorralada, sin olvidar nunca la cotidianeidad de familias en la playa, los chaflanes y o las persianas.
La exposición ha sido trabajada siguiendo el paisaje y la luz de norte a sur de nuestra Comunitat y será reflejado en obra de pequeño, mediano y gran formato realizadas sobre papel y dibond.
Su obra, tras haber sido expuesta a lo largo de los años en numerosas galerías y museos y haber participado en ferias de arte internacional, se puede encontrar en colecciones como Fundación La Caixa de Barcelona, Colección Ricard de París, Colección Aigües de Barcelona, IVAM en València, MOMA de New York y en el Philadelphia Museum of Art, entre otros.
La luz de Valencia | Mariscal
«Cuando pienso qué es lo que mejor identifica Valencia para mí es la Luz. La Luz de Valencia es muy especial.
Es única, es poderosa, es muy luminosa, es vitamínica, es a veces cegadora, pero siempre es optimista, alegre, limpia y también excesiva, explosiva, en invierno te acaricia y en verano te quema.
Quizás es porque Valencia está en medio de un golfo, el mar entra en la tierra acariciando las olas la arena de la playa infinita. Desde Vinaroz a Denia. De Orihuela al delta del Ebro.
El mar es un charco gigante, un espejo que refleja esa luz tan potente.
Es como si todo el territorio fuera un plató de cine permanentemente iluminado por miles de focos cegadores».
La Luz y el Paisaje.
«Dibujando las ciudades y los pueblos, las carreteras y las casitas del campo, los apartamentos y las playas, los balcones y las ventanas.
Es el paisaje de una huerta acosada por la ciudad, rincones de calles anónimas, carreteras nacionales y caminos rurales. Playas ocupadas por multitudes, calas con familias remojándose entre las rocas.
Siempre tratando de encontrar la poesía al horror, al desastre urbanístico, mirar con cariño un paisaje que lo quieres porque te ha visto crecer.
Son esos pinos y esas dunas, esos balcones esas persianas esas fachadas esas glorietas…
Es un paisaje que lo amas y sobre todo lo entiendes porque lo llevas incrustado en la piel aunque tú no lo quieras.
Viajando por el mundo tratas de entender y apropiarte de otros paisajes dibujándolos.
Un día vuelves por estas tierras y todo es tan cercano y tan bonito para mí que no tienes más remedio que volver a dibujarlo una vez más.»
Javier Mariscal. octubre 2018