El espacio, en desuso, abre de nuevo sus puertas en València con motivo de esta exposición.
La artista Alejandra Gandía-Blasco presenta su primera exposición individual en Valencia, en la antigua Galería Lezama (Salvador n9, Valencia), hasta hoy 26 de septiembre. La muestra recoge el trabajo fotográfico de los últimos años que destaca por su obsesión por el registro y por una ardua investigación. El comisario es José Luis Clemente y la singularidad del espacio requiere, fuera de horario, de cita previa.
La antigua Galería Lezama, luego Purgatori II, es un espacio emblemático, hoy en desuso y apenas remozado, abre de nuevo sus puertas para este proyecto puntual. Más conocida por su faceta como diseñadora, Alejandra Gandía-Blasco se forma en la Facultad de Bellas Artes de Altea y Valencia donde finaliza sus estudios en 2011 para, posteriormente, ampliar su formación en la Saint Martin’s School of Art de Londres.
Su formación y práctica artística se asienta en la pintura y el dibujo, para trascenderlos y llegar a la fotografía, soporte en el que viene trabajando en los últimos años, como un medio de registro. Para Alejandra Gandía-Blasco no hay separación entre los procedimientos usados antes en dibujos o pintura y el uso de la fotografía. De hecho, el interés por registrar, estaba en esos soportes y pasa ahora a la fotografía, como una solución de continuidad. Ella habla a menudo de esa necesidad casi obsesiva por el registro, convirtiéndose en un concienzudo proceso de investigación. Como la propia artista señala: “Me interesa muy especialmente el registro. Alcanzar el lugar, el momento justo. La fotografía es para mí una forma de archivo a través del que intento captar la luz y su expansión en posibilidades diversas de color”.
En este proyecto se presentan una veintena de fotografías en las que el motivo de fondo es el amanecer y la puesta del sol. Sin embargo, no es el motivo representacional en sí lo que interesa a Alejandra Gandía-Blasco. “Para ella, un amanecer o la puesta de sol – señala el comisario de la muestra José Luis Clemente- son un paisaje más en el que se condensan instantes precisos en los que todo cambia por momentos. La intención de Alejandra por generar un archivo, en el que registrar las formas cambiantes de un horizonte, va más allá de la representación del propio horizonte, apenas esbozado en líneas y círculos. Lo que vemos en las fotografías no son formas concretas y reconocibles. Estas fotografías se plantean en clave abstracta. El color se convierte entonces en herramienta constructiva y, a la vez, en una exploración de sensaciones. Se trataría de una especie de catálogo en el que se registran sucesivas gamas de color a partir del efecto que produce la luz en un momento preciso y que siempre es variable”.
Estas obras no obedecen a las convenciones técnicas de la fotografía. Alejandra Gandía-Blasco usa la fotografía como si pintara. Es por ello, que para estas series recurre al móvil para fotografiar. Su interés, por tanto, estaría más en la fotografía “al uso”, en los modos en los que comúnmente las personas acabamos registrándolo todo usando el teléfono. Es por ello que en sus fotografías se evidencian a veces tramas de píxel, desenfoques y otros procedimientos que ofrece la tecnología digital, para luego llevarlos al papel fotográfico como gestos pictóricos. Hay en estas fotografías también un interés por incorporar el accidente y el azar. En ese sentido, señala la artista, cómo el origen de estas series de fotografías tiene que ver con un primer registro que hizo en unas fotografías tomadas con el teléfono móvil en un vuelo de Alicante a París. A partir de ahí, Alejandra Gandía-Blasco fue investigando sobre los procesos del propio registro y las posibilidades que ofrece el teléfono móvil para abordar una investigación, en la que lleva casi dos años trabajando y de las que aquí se muestra una pequeña parte. Alicante, Atenas e Ibiza, son los lugares de los que parte y los momentos que elige. A partir de ahí, de un registro primero, como si se tratara de un apunte, Alejandra Gandía-Blasco comienza intervenir la fotografía que, en sus formalidades deja de serlo, para tratarse más pintura. De esta forma, cada fotografía, cada papel, es tratado por la artista como obra única, no sujeta a la multiplicidad que ofrece comúnmente el papel fotográfico.
Señalar el atractivo que ofrece el espacio expositivo y que hace también esta exposición particularmente interesante. No se trata de un espacio convencional, el de una galería de arte o una institución. Se trata de un espacio en desuso y abandonado que, como hemos señalado, fue un espacio expositivo relevante en el pasado. Por tanto, sus paredes que guardan parte de la memoria de lo que fuera una galería de arte, recuperan el blanco original para acoger ahora toda la expresión de color de Alejandra Gandía-Blasco.