Mayte Piera cuenta y fotografía un espacio «vacío», último proyecto del diseñador de interiores.
Texto y fotografías: Mayte Piera
“Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo”.
Esta frase con la que Peter Brook inicia su ensayo sobre arte y técnica del teatro y con la que define su esencia, me parece suficientemente inspiradora para presentar uno de los últimos espacios creados por el interiorista Antonio Salinas. No hace falta ser director de teatro para que un espacio vacío abra ante nosotros todo un mundo de posibilidades, pero sí es necesario cierto grado de sensibilidad para llegar a ser capaz de sugerir tanto con tan poco. Dos colores, azul marino y blanco puro, son la base sobre la que Antonio Salinas ha decidido construir el lugar que albergará su nuevo estudio.
En este piso con vistas a la Gran Vía valenciana, donde la luz es el elemento principal que da vida a las diferentes estancias, el carácter viene marcado por el juego de reflejos y contrastes en continuo movimiento. El azul intenso, casi negro, pasa, merced a la luz del sol, por una infinita gama de tonos hasta convertirse en un irresistible azul cobalto que nos envuelve serenamente. Este rutilante juego convierte la luz natural en verdadera protagonista, que a lo largo del día va modificando la atmósfera y transformando el espacio a su paso.
El inusual brillo del suelo crea un abismo de sensaciones a los pies del visitante que, como en un experimento escénico, parece que comienza a caminar sobre las aguas hasta llegar a sentirse inmerso en un profundo mar azul. Un espacio sereno e inmenso que no necesita más. Un lugar desnudo de objetos pero lleno de vida. Y es que hay veces que se impone el difícil ejercicio de desnudar espacios para lograr encontrar su esencia.
