«Columbus», viaje visual a la arquitectura emocionante

Mayte Piera recorre la arquitectura de la ciudad estadounidense a través de las imágenes del artista visual Kogonada.

Texto: Mayte Piera

De repente, un mensaje en el móvil: tienes que ver esa película, Columbus…

Cuando los criterios cinematográficos de los amigos están próximos a los míos siempre tengo en cuenta esas recomendaciones, pero si además de esa proximidad, quien te hace la recomendación fue tu “profe” de fotografía, esta pasa a ser inmediatamente un imperativo casi ineludible…

Al día siguiente corrí a los Babel a ver esa película, Columbus. Primer largometraje de un artista visual conocido en el mundillo del video-ensayo con el seudónimo de Kogonada.

Como fotógrafa de arquitectura, la película me emocionó. 104 minutos en los que se iban sucediendo imágenes con encuadres impecables y simetrías exquisitas. Una historia contada a base de planos fijos -apenas hay movimientos de cámara y los que hay son casi imperceptibles- que realizan un recorrido por la arquitectura de Columbus. Fascinante…

LA CIUDAD

Columbus es una ciudad situada en el estado de Indiana que entre los años 50 y 70, de la mano del magnate Irwin Miller, llegó a convertirse en una de las ciudades más importantes de EEUU a nivel arquitectónico. Miller, propietario de una de las mayores empresas fabricantes de motores diesel, la Cummins Inc., era un hombre sensible, un apasionado de la arquitectura y el diseño que se propuso transformar su ciudad dotándola de edificios de calidad acordes a su tiempo. Para ello creó una Fundación privada que se dedicó a financiar obras públicas, asegurándose así de que se cumplían los parámetros funcionales y estéticos que él demandaba. Gracias a la Fundación y a su programa “Cummins Foundation Architecture Program” hoy en día Columbus alberga un extenso tesoro arquitectónico firmado por arquitectos como Saarinen, Meyer o I.M. Pei.

ARQUITECTURA QUE EMOCIONA

De la mano de la protagonista de la película, una chica enamorada de la arquitectura, los espectadores vamos visitando uno por uno los diferentes edificios que ella nos muestra. Hasta ahí lo esperado cuando uno sabe que va a ver una película en la que la arquitectura juega un papel importante. Pero lo que realmente sorprende no es la arquitectura, sino cómo esta se nos va mostrando. Cómo, de manera casi imperceptible, los espacios se van entrelazando con la vida de los protagonistas y van adquiriendo una faceta emocional que acaba por atraparnos. Y es que, de una manera extremadamente sutil, se va generando un equilibrio, una armonía entre hombre y espacio que se crea ya con las primeras secuencias y se mantiene el tiempo que dura la película.

Las imágenes que muestran los edificios son imágenes impecables que, sin darnos cuenta, sobrepasan el aspecto formal y consiguen entrar en una dimensión absolutamente emocional. Se suceden planos serenos, elegantes, de una factura exquisita y tremendamente conmovedores.

No es la primera vez que una película utiliza la arquitectura como recurso visual, pero el uso que hace de ella, esa simbiosis que consigue entre hombre y espacio hace que trascienda el puro recurso y convierte a la arquitectura no ya en hilo conductor, sino  en un personaje más de la historia.

Hay muchas formas de contar la casa Miller o el First National Bank de Columbus, pero la delicadeza con la que Kogonada introduce esos edificios en las vidas de los personajes -y en las nuestras- es absolutamente maravillosa. Consigue que los espacios transmitan tanto como las vivencias de los protagonistas. Edificios éticos y capaces de integrar al hombre en su esencia, estableciendo una muy potente conexión entre espacio y experiencia vital.

Si el joven y polémico filósofo Alain de Botton habla en sus ensayos del poder sanador del arte y propone una serie de lienzos curativos, la protagonista femenina de Columbus nos habla de una “arquitectura que cura”. Sus preferencias arquitectónicas están basadas en el entusiasmo que generan en ella los edificios, capaces de cambiar su estado de ánimo… No sé si la arquitectura llega a tanto, pero lo que sí sé es que, vista a través de los ojos de Kogonada, adquiere una importante dosis de belleza que si no cura, al menos emociona y reconforta.